ENVEJECIMIENTO NORMAL Y ENVEJECIMIENTO PATOLOGICO.

Suele establecerse una diferencia entre lo que se conoce como  envejecimiento eugérico, sujetos que podríamos decir “envejecen en salud”  y el envejecimiento patológico. En el primer caso dominan los cambios  derivados del envejecimiento primario, ligados al orden de lo fisiológico.  Son personas que han tenido pocas enfermedades a lo largo de su vida y se  han desarrollado en un entorno ambiental propicio. En el segundo caso, una  acumulación de enfermedades junto a un ambiente inadecuado genera un  envejecimiento prematuro.

Es importante tener en cuenta además, la diferencia entre declive y  deterioro; mientras el declive supone cambios que suceden con probabilidad  al envejecer, en el deterioro ocurre un cambio patológico generalmente  producido por una enfermedad.

Una clasificación más específica ahonda en la conceptualización de  “envejecimiento normal.” En ella, podrían situarse aquellas personas que a  pesar de no padecer alguna enfermedad inhabilitante, presentan un alto  riesgo de padecerla, por un funcionamiento físico y cognitivo deficiente  (aunque no patológico), mientras que, por otro lado, existiría una vejez  “normal” sin riesgo de tener enfermedades y con un máximo  funcionamiento físico, cognitivo y social. (Fernández-Ballesteros, 1998)  

A nivel cerebral, las fronteras entre una vejez normal y una patológica no  siempre son claras debido al carácter progresivo y gradual de los cambios  que se producen en esta última etapa de la vida, en la que comienzan a  declinar funciones de algunos órganos o sistemas y las enfermedades o  agresiones intercurrentes también generan interferencias en su  delimitación. 

La pérdida de memoria es una manifestación común en la tercera edad y  asimismo, muchas veces la vejez cursa con cuadros depresivos que pueden  afectar la concentración y la memoria.

Además, al no existir un perfil de deterioro uniforme, resulta difícil  consensuar cual sería el indicador que mejor discrimina el deterioro  cognitivo.

Así, el límite que diferencia lo normal de lo patológico se vuelve difuso y  existe mucho desconocimiento en la sociedad sobre este punto. En la  medida en que más conozcamos sobre el envejecimiento normal, nos  resultará más fácil distinguir entre manifestaciones normales y patológicas. 

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