NEUROPSICOLOGIA EN TRAUMATISMOS ENCEFALLICOS

El traumatismo craneoencefálico (TCE) se define como toda lesión funcional  u orgánica que afecta al cráneo y su contenido, como consecuencia de algún  impacto externo. La lesión del interior del encéfalo suele acompañarse de  otras en el cráneo y el cuero cabelludo, aunque también pueden producirse  lesiones traumáticas cerebrales sin que haya afectación craneal.  

Los TCE constituyen un capítulo de creciente importancia en el ámbito, por  ejemplo, de la neuropsicología infantil, ya que, junto a los factores  tradicionales de riesgo (accidentes deportivos, juegos y caídas), cada vez se  producen más accidentes de tráfico en los que los niños e ven involucrados  como sujetos pasivos, bien como peatones o como ocupantes de un  vehículo a motor.  

Al igual que sucede en el caso de otras patologías, la mejoría en las  condicione sanitarias y asistenciales está provocando un progresivo  incremento en las tasas de supervivencia de adultos y niños que han sufrido  TCE, lo que a su vez aumenta el número de afectados con secuelas físicas y  con déficit en las funciones mentales superiores o en la conducta afectivo 

emocional. Las repercusiones de tipo familiar y socioeconómico son  enormes, pero aún tiene mayor importancia el impacto personal sobre el  niño que sufre TCE, ya que muchas veces persisten durante mucho tiempo  las secuelas neuropsicológicas y afectivo-conductuales, comprometiendo  intensamente su calidad de vida.  

El TCE sigue siendo el ámbito de intervención más demandado en  neuropsicología, aunque la intervención en esta área es menos habitual que  la de jóvenes y adultos. Sin embargo, los accidentes traumáticos cerebrales  también pueden causar déficits significativos en las funciones mentales  superiores, la conducta y la personalidad del niño. Los estudios  longitudinales realizados en niños que han sufrido TCE moderado o severo 

confirman que pueden persistir los déficits cognitivos varios años después  del evento (Massagli et al., 1996). Sin embargo, hasta fechas recientes se  ha minimizado la importancia de las secuelas del TCE infantil, por varias  razones:  

③ Las secuelas físicas que genera el TCE, como fracturas, lesión de  órganos internos o secuelas neurológicas graves, son fácilmente  identificables. Por el contrario, las secuelas neuropsicológicas  frecuentemente son invisibles, es decir, los trastornos de memoria,  atención o razonamiento que produce el TCE requieren una  evaluación más específica, por lo que a menudo pueden pasar  desapercibidos o resultar minimizada su presencia.  

③ El marco conceptual de la neuropsicología desde sus orígenes se ha  inspirado en las consecuencias del daño cerebral en los adultos, por  lo que el cerebro infantil ha sido considerado como una réplica  miniaturizada del cerebro adulto. Este hecho supone negar la  especificidad del cerebro infantil, como órgano en desarrollo que se  diferencia cualitativamente del cerebro adulto.  

③ La creencia de que existe mayor plasticidad en el cerebro infantil con  frecuencia genera confusión, ya que al existir consenso acerca de la  mayor capacidad de recuperación de lesiones cerebrales en los niños,  se ha producido un excesivo optimismo que ha llevado a creer que la  recuperación de las consecuencias del daño cerebral infantil era  sistemáticamente más favorable que las del adulto. Esta  circunstancia, en no poco casos, impide que se realice un diagnóstico  neuropsicológico más preciso y también que se arbitren medidas de  rehabilitación cognitiva que minimicen sus déficits. 

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