TRATAMIENTO PSICOLOGICO DE LOS TRASTORNOS DE CONDUCTA

Una vez realizada la evaluación clínica, deben tomarse decisiones de  importancia respecto a los diversos factores que pueden influir. Por  ejemplo, pueden puede ser indicada una interconsulta, farmacoterapia,  terapia familiar, entrenamiento conductual de padres, instrucciones a los  docentes, etc. Así, la farmacoterapia en el tratamiento de la agresión junto  con la terapia psicológica ha demostrado ser beneficiosa cuando las  conductas agresivas son de peligro para el niño o para otros. Sin embargo,  la medicación debe utilizarse como último recurso y de forma temporal,  hasta que se alcance un control comportamental adecuado.  

En cuanto a conductas agresivas asociadas a otros trastornos, o cuando la  agresión instrumental es el centro de la intervención, se plantean los  siguientes objetivos: 

– Con el niño: modificar el comportamiento agresivo a través del  aprendizaje de nuevos repertorios incompatibles con la conducta  agresiva, como conductas prosociales, habilidades de comunicación,  autocontrol y expresión de sentimientos. El entrenamiento en  habilidades de solución de problemas es útil para que el niño aprenda  nuevas formas de resolver adecuadamente situaciones generadoras de  tensión y desencadenantes de agresión.  

-Con los padres: establecer pautas de convivencia, mejorar la modalidad  vincular familiar y aprender el refuerzo adecuado que los padres deben  seguir para producir los cambios esperados. Es muy importante  establecer el compromiso de los padres para la participación y  continuidad en el proceso terapéutico, cuidando que el abandono no sea  un elemento que intensifique el problema de conducta, sobretodo a la  hora de afrontar la propia conducta agresiva.  

El abordaje del problema de la conducta agresiva es muy complejo ya que  el tratamiento no sólo tiene que centrarse en la conducta agresiva del niño,  sino también en cambiar el estilo de convivencia y refuerzos recíprocos que  mantienen la agresividad (terapia familiar). La continuidad en la  intervención terapéutica es importante, pero hay que tener en cuenta la  posibilidad de que la adversidad familiar, problemas socioeconómicos y el  estrés pueden influir en el abandono temprano del tratamiento. 

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