TRATAMIENTO PSICOLOGICO DEL DOLOR CRONICO

El dolor crónico tiene que ver con la ocurrencia de una estimulación sensorial nociceptiva, y/o una alteración en los
centros neurales responsables de su integración en el caso, por ejemplo, del dolor neuropático. Su cronicidad ocurre
merced a un fallo de la autorregulación natural, de los sistemas endógenos de analgesia, de la capacidad de adaptación de la persona ante el problema y, obviamente, de las limitaciones de la terapéutica médica. El dolor crónico es,
principalmente, el resultado de un fallo en los sistemas naturales de analgesia ligados, generalmente, a una condición
sensorial concreta y adicionalmente, y a consecuencia de ello, a la falta de recursos personales (psicosociales) para
afrontar las implicaciones vitales que ello supone. Todo esto tiene una evidente complejidad y da lugar a múltiples interacciones. Aún así conviene no olvidarse del origen del problema.
Dejemos de lado, por el momento, lo relativo al afrontamiento del dolor crónico y centrémonos en los aspectos sensoriales y los sistemas naturales de autorregulación. Para que un sistema de autorregulación funcione es preciso dejarlo, permitirle que lo haga: notar las sensaciones y dejar que los cambios fisiológicos asociados a ellas pongan en
marcha (recuperen) su funcionalidad natural; y permitir que aquellos cambios sensoriales específicos se produzcan.
Esto es lo que básicamente hacen las técnicas de biofeedback. Éstas, basadas en el condicionamiento operante, fueron
uno de los primeros recursos terapéuticos en el tratamiento del dolor crónico y, como estoy trayendo aquí, una valiosa herramienta. Como muestra se acaba de publicar un estudio meta-analítico sobre la eficacia del biofeedback en las
cefaleas tensionales (Nestoriuc, Rief y Martin, 2008), según el cual el biofeedback es un tratamiento empíricamente
validado para el tratamiento de la cefalea tensional, algo que ya reconocía la American Associaton of Neurology(ver
el documento principal). Además el estudio señala que resulta ser más eficaz que la relajación, cuando es comparado
con ella, posiblemente porque sólo el biofeedback electromiográfico atiende de forma más precisa a los cambios fisiológicos más directamente relacionados con el problema y con su auto-regulación.
Resulta posible, por tanto, que al menos en el caso de las cefaleas tensionales la atención a los cambios fisiológicos
relacionados con el problema contribuyan a eliminar éste. Parecería, a juzgar por la diferencia con respecto a la relajación, que el centrarse de forma más específica en la actividad fisiológica más relacionada con el problema supondría cierta ventaja. En el entrenamiento en biofeedback la persona presta atención a los cambios en la respuesta
fisiológica y a su magnitud (refuerzo) sin que esto suponga una interferencia activa en los mecanismos de autorregulación, favoreciendo una restauración de los servomecanismos naturales.
¿Es este hecho singular de las cefaleas tensionales o puede generalizarse a otros tipos de dolor? Parece que se hace
también extensivo a otro tipo de cefaleas, las migrañas, a las lumbalgias e incluso a ciertos tipos de dolor neuropático,
como el dolor de miembro fantasma (Vallejo, 2005). Cabría suponer que la facilitación de información sensorial próxima al origen del dolor podría facilitar el reajuste de los sistemas de modulación natural del dolor.

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